El mundial de las desigualdades
El otro lado de Brasil 2014
Mikkel Jensen, un periodista danés que iba a cubrir las incidencias de la Copa del Mundo, desistió de su misión informativa al observar como grupos económicos y el Estado brasilero intentaban ocultar las muestras de pobreza y exclusión social presente en las ciudades donde se jugarán los partidos de esta llamada "fiesta del fútbol", que se celebra al margen de la verdadera realidad del país anfitrión.
“Se o penhor dessa igualdade
Conseguimos conquistar com braço forte,
Em teu seio, ó, Liberdade,
Desafia o nosso peito a própria morte!”
Hino Do Brasil
(“La promesa de esta igualdad fue asegurada por/nuestros brazos fuertes,/ en su pecho, /libertad, estamos listos para morir.”)
En unas horas debe inaugurarse la Copa Mundial de la FIFA Brasil 2014. Esta será la vigésima edición de este certamen y se jugará entre el 12 de junio y el 13 de julio en doce ciudades del gigante del sur.
Se comenta entre los medios especializados que esta edición de la copa está costando al Estado federal e inversionistas privados entre 13.500 millones y 66.145 millones de dólares, aunque se dice que la cifra real está por encima de los 100 mil millones de dólares.
Para la ocasión se han inaugurado seis nuevos estadios, y se estima que no menos de 3,6 millones de turistas llegaran a Brasil con motivo del campeonato de fútbol. Se proyecta unas ganancias 30.000 millones de dólares.
Otro lado positivo se nos muestra con las estadísticas laborales donde se afirma el año pasado se generaron más de 300 mil nuevos empleos en todo Brasil. Solo para efectos del propio evento deportivo se estarían creando 50,000 nuevos puestos de trabajo para el sector terciario de la economía, y de manera particular en las actividades relacionadas con el turismo, hotelería y servicios de alimentación.
Las ganancias por souvenirs y todo el merchandising no pueden ser estimadas. El sector propiamente recreativo o de diversión legal es conservador respecto a las cifras que proyecta como ganancias. Por cierto, en este mismo rubro, la economía subterránea (consumo de drogas, prostitución y otras formas de diversión) es incalculable.
Es de este modo que tiene asidero aquello que se especula, respecto a que Brasil ha organizado un mundial justo a su medida para ganar la ansiada copa. Sin embargo, no se trata de un triunfo deportivo, sino de una meta económica. Al final de cuentas, este mundial es como cualquier inversión, un gran negocio.
Sin embargo, no todo es o mais grande o mais bonito. Se sabe de los esfuerzos que se vienen haciendo para detener la protesta social y para ocultar a los ojos de turistas y del periodismo de otros países la cara "fea" del "Ordem e Progresso" que estampa la bandera del país anfitrión.
Pobreza y fealdad que es imposible siquiera de imaginar en la enorme nación-continente, donde viene gobernando la izquierda hace más de una década y donde las reformas sociales del Partido dos Trabalhadores (PT) han sido la mejor carta de presentación del éxito de este socialismo sui generis.
Con todo, los rostros de la desigualdad social bajan, literalmente, todos los días de los cientos de favelas donde malviven los pobres, o recorren las modernas ciudades como bandeirantes formadas por centenas de niños que viven en la calle, y que se dedican a la delincuencia, la prostitución, en las modernas metrópolis que son su único hogar, pues es allí donde duermen, comen, aman, pero donde también consumen drogas y arman peleas. Es esta la realidad que se ha querido olvidar, pero que justamente a puertas del evento magno del fútbol vuelve a mostrarse en su más cruda presencia.
El periodista danés Mikkel Jensen, quien inicialmente iba a cubrir las incidencias del Mundial Brasil 2014, desistió de su misión periodística pues observó este despliegue de violencia sistemática en las calles de Rio de Janeiro o en Fortaleza, al norte del país, donde se busca eliminar o al menos ahuyentar esta realidad que afea el país en medio del espectáculo mediático y montado del fútbol a punto de empezar.
El periodista recorrió estas ciudades, recogiendo las increíbles imágenes de sicarios en autos “pretos” disparando contra los niños de la calle, verdaderos escuadrones de la muerte y bandas paramilitares que secuestran, ajustician y desaparecen gente de las favelas, expresiones de violencia privada contratada, financiada y hasta organizada por el gran capital para “limpiar” las calles del país carioca de estas manifestaciones de marginalidad y pobreza.
Jensen a través del vídeo "El precio de la Copa del Mundo" (The Prize of the World Cup, dirigido por Mikkel Keldorf ) denunció la acción de la policía militar que bajo el pretexto de "pacificar" las favelas, viene apoyando el desalojo de cientos de habitantes de estos barrios miserables, para dar paso a obras como teleféricos, o barrer algo de este otro lado del Brasil, pobre, negro y excluido socialmente, a fin de seguir vendiendo la imagen de postales con el Cristo del Corcovado, playas paradisíacas, garotinhas en breves ropas de baño, autos magníficos en súper carreteras y ciudades llenas de mega edificios y centros comerciales, un Brasil pujante, blanco y rico.
El documental que compartimos es parte de esa realidad que se quiere ocultar. No se hizo ni lo difundimos para aguar la fiesta del fútbol, pero si para que cada telespectador, o quien tuvo la suerte de irse a ver los partidos en los gigantescos estadios pagando entradas de hasta 900 dólares, tengan un segundo para mirar hacia los cerros, y ver que la realidad de Brasil que allí se mueve, también existe.